Haciendo limpieza de ordenador, he rescatado esta carta que escribí hace unos meses. Por algún motivo que desconozco, había quedado en el olvido. Podría hacer la vista gorda, pero quedan solo 4 días para despedir el año, y no me gustaría tomarme las uvas sin antes enviarla. Aquí os dejo con ella, espero que os guste:
Esta tarde, mientras me echaba un poco de colorete y apuraba para no llegar (como siempre) tarde, me divertía escuchando y cantando una de mis canciones de amor favoritas. Cuando sonó la mejor parte, me dio por pensar en las mil y una formas que existen para decir algo tan simple y tan grande como “te quiero”.
Lo del lenguaje del amor da para un máster. No hay lenguaje más rico y amplio, ni que abarque tantas vías diferentes. No se estudia, pero se aprende. Con los años te das cuenta de que hay mil formas diferentes de expresar amor. Con palabras, con gestos, con sacrificios… y, principalmente, en los detalles más pequeños, en las cosas más simples de lo cotidiano. Es un lenguaje sin fin, está en todas partes, no acaba nunca, y cada día lo reconoces en nuevos formatos.
Si hablamos de la vía verbal, por una parte están los cursis, los que pronuncian términos que, lejos de ablandarme un poco, consiguen repelerme. Nunca me veréis en el club de los denominados “gord@s”, un colectivo formado por “gordos”, “gordis”, “gordas” y sus respectivos sufijos. Ni qué hablar del “bebé”. Casi que aquí freno, le acabo de dar el último sorbo al café, y noto cómo mi estómago comienza a bailar.
La cosa es que hay mil formas de decir te quiero. Y a mí, que siempre me han divertido las cosas complicadas, pues pienso en un amor a distancia. Cuando hay dos personas que se quieren y la distancia les impide estar cerca, tienen que apañárselas y ser creativos. Transmitir amor, serenidad y emoción a través de una pantalla.
Para mí, lejos de recibir flores (no negaré que me encantan) o de abrir ningún paquete, antes de nada me quedo con una muestra de amor sincera, honesta, y de verdad. Algo tan simple como es enviar una canción. Simple y real, precisamente por eso, porque no requiere de esfuerzo, solo de intención. La felicidad, cuando es compartida, vale por dos.
En realidad, vale cualquier cosa que te guste, te conmueva, y quieras compartir con esa persona. Un libro, una película, cualquier cosa que hayas descubierto y te sume. Ojo con lo que eliges, cuando envías una canción, inconscientemente envías una pequeña parte de ti. Y quieres, por encima de todo, que esa persona la entienda y la disfrute tanto como tú. De lo contrario, podría ser un desastre. Y con el tiempo, ya lo verás, cuando hayan pasado un par años y eches la vista atrás, cuando entres en Spoti, o vayas a un concierto, o suene una canción en tu sala de música favorita, te darás cuenta de que hay personas que suenan a canciones.
Recuerdo (y nunca olvido) una entrevista a Boyero. Siempre tan ácido, siempre con la respuesta acertada, en medio de tanta pregunta, soltó esta maravillosa perlita:
Quedamos muy expuestos en las cosas que nos gustan. Sí, lo que te conmueve y lo que te repele… no evita las discusiones, o el desgaste, o la incertidumbre, pero mi experiencia me dice que lo que más contento me pone en la vida es ponerle a alguien que me gusta música que amo, o películas, o descubrirle un libro… o ellas a mí, ¿no? Y que lo flipásemos. Era un subidón, una alegría. Se folla mejor con la gente con la que compartes libros y películas, cuando te gustan los mismos…
He pensado en mis formas favoritas de decir te quiero, sin pronunciarlo:
- Avísame cuando llegues.
- ¿Te lo estás pasando bien?
- ¿Es lo que te apetece? Vamos.
- Quiero que te llegue solamente lo mejor, y que yo lo vea.
- Te espero.
- La última es para ti.
- Me das mucha fuerza.
- ¿A qué hora llegas? Te voy a recoger.
- Me encanta que no me contestes porque eso es que te lo estás pasando muy bien.
- He visto esto y me he acordado de ti.
- Cómo me río contigo.
- Lo que más me gusta es verte pasándotelo bien.
- ¿Has llegado? No me voy a dormir hasta que me escribas.
- Te voy a cuidar todo lo que me dejes, ¡arisca!
- En la mesa de un restaurante, dejarle el asiento con mejores vistas.
Querer no es más que desear, por encima de todo, que a quien tienes delante le venga lo mejor, alegrarse de todo lo bueno que le pase. Compartir todas sus alegrías, vivir sus éxitos como tuyos. Mirarlo y estar al 100% segura de él. Admirarse, por encima de todo. Creo que ahí está el truco. Admirar a quien tienes delante, y ambos creer (en el fondo), que el otro es un pelín mejor que tú. Querer mejorar. Querer estar a la altura. Celebrar que os tenéis.
Y querer, lleva de la mano algo que me encanta. La sensación de veraneo constante. El desorden. Sucede así, un buen día entra sin avisar y lo desordena todo. Es como un motor, que nos llena de energía y nos da fuerza. Nos vuelve más jóvenes, más despreocupados. Un lunes de invierno tiene el color y el ritmo de una tarde de agosto. Nos olvidamos de la hora, no hay alarma, ¿qué tenía que hacer mañana? Ya nos da igual. Siempre estamos de vacaciones.
En mi caso, tengo un test infalible para darme cuenta de si efectivamente alguien me gusta. Ocurre poco, pero es 100% certero. Cuando me lo estoy pasando pipa, normalmente con buena música, gente que quiero, el solecito en la cara y el mar cerca, de repente pienso: "Ojalá estuviera este condenado aquí, viviendo esto".
Recuerdo perfectamente, hace ya un par de findes, en la recta que recorre La Lanzada y llega a La Toja, un sábado maravilloso, de solazo y 20 grados, un día espléndido. Estaba feliz, disfrutando de ese momento. Estaba donde quería estar, no pedía nada más. Y en un momento pensé: ojalá estuviera aquí. Casualidad o no, sonaba I wish you were here de Alpha Blondy en el coche.
Antes de decir adiós a mi carta más ñoña hasta la fecha, os dejo un par de recomendaciones, para que las probéis y compartáis con quien queráis:
Canción: La canción que da título a esta carta es Te quiero igual, de mi querido Andrés Calamaro. Una canción que me ha acompañado muchos años. “Sé que te quiero, y que me esperan más aeropuertos”. Otra de las canciones de amor más bonitas que conozco es Woman, de John Lennon. Casualidad o no, le preguntaron a Andrés por la mejor canción romántica jamás escrita y, ¿sabéis cuál respondió? Esta.
Libro: Hace poco tuve la gran suerte de estar en un club de lectura junto a Alejandra Remón, donde presentó su nueva novela, Mudanza. Una de las lecturas que más he disfrutado este año. Quizá porque cuando comienzas algo sin expectativas, la sorpresa siempre es mejor. Una historia muy sencilla, real, narrada de una forma preciosa y honesta, lo que hace que te sientas reflejada en cada página.
Serie: No voy a descubriros nada nuevo. La última serie de Sorogoyen, Los años nuevos, desde que salió no ha hecho otra cosa que dar que hablar. La historia de una pareja a lo largo de los años, con todos los altibajos. Dos personas destinadas a encontrarse, y que 10 años después, nunca han dejado de quererse. Y lo mejor, ¡qué buen gusto musical tiene Rodrigo!
Podcast: Hace una semana, recién acaba la serie, fue al Hotel Jorge Juan Francesco Carril, coprotagonista, a charlar con Javier, y dijo algo que me gustó: “Hay que defender el no saber, no tener un plan, no necesitar certezas. No hay nada más bonito que ver a alguien la duda”. Si queréis seguir con la cursilería, cuando me puse a escribir esta carta acababa de escuchar la entrevista de los chicos de Nude Project a Enrique Rojas, el psiquiatra del amor.
Restaurante: El día que comí en Charrúa, creo que me volví a enamorar. Qué maravilla de lugar. Inmejorable. Solo quiero volver.
Me voy a ir despidiendo. Me encantaría volver por aquí para desearos un muy Feliz Año Nuevo, pero, ya sabéis que la constancia no es lo mío, así que no prometo nada. ¡Mil gracias por leerme siempre, y os deseo todo lo bueno para este nuevo año!
Nos vemos pronto :)
Dejo otro libro, simple historia de vida, hermosa y real, "El tiempo que tuvimos", de Cherry Chic. Yo estoy enamorada de ese libro 🫶🏻
Calamaro, hotel Jorge Juan y Galicia siempre presentes ❤️