Dejar Madrid
La sensación de escuchar una canción por primera vez y encontrar algo diferente en ella, intuir que la acabarás amando.
Hace poco más de un mes vio la luz una de las que serán mis canciones favoritas de este 2023. Era una mañana de sábado, a mediados de marzo. Acababa de salir de la peluquería y abandonaba uno de mis barrios favoritos de Madrid subida en un taxi. Cada 30” revisaba la supuesta hora de llegada que me marcaba el móvil para llegar a casa. Tenía 20’ para pasar por un cajero, subir a casa, ducharme, vestirme, maquillarme y estar lista de camino a un plan de lo más raro, pero que pintaba verdaderamente bien. Siempre con prisas. De camino, mientras me obligaba a dejar pensado el modelito que me iba a poner, saqué los airpods y abrí Spotify. “Escucha lo nuevo de Iván Ferreiro: Trinchera Pop”.
Lo cierto es que el disco se había lanzado unos pocos días antes y ya me había dado tiempo a escuchar algunos temas, incluso en tres o cuatro ya había pulsado sobre el corazoncito de save. Haciendo scroll leí “Dejar Madrid” y sin pensarlo, la añadí a la cola. Tras los primeros acordes, bloqueé el móvil y me concentré en escucharla bien. Mientras el taxi atravesaba las calles de este barrio, me fijaba en el aire afrancesado que desprenden sus panaderías y sus fachadas señoriales, y no pude evitar pensar: Qué bonita eres, Madrid.
Solo quería dejar Madrid
con una herida
Las despedidas
me dejan mal
Cambiar de vida
con una herida
La sensación de escuchar una canción por primera vez y encontrar algo diferente en ella, intuir que la acabarás amando.
La primera vez que la escuché sentí esa especie de magnetismo que solo pasa cuando descubres algo y sabes que después de eso, algo en ti cambiará, como pasa con algunos lugares y ciertas personas. La reproduje en bucle una y otra, y otra vez. Al día siguiente ya encabezaba mi playlist de confianza.
¿Cómo no pensar en esa idea de abandonar Madrid? Después de seis años, ¿habría llegado el momento de dejar Madrid?
Siendo sincera, no sé si algún día me veré preparada para dejar Madrid. Madrid es una ciudad que la amas o la odias, y reconozco que no todo el mundo vale para vivir en Madrid. Pero si hay que posicionarse, yo me incluyo en el primer bando. Para los aventureros, es la ciudad. Desde el primer día que pones un pie en Madrid, sabes que ya nada volverá a ser como antes. Es una ciudad en la que siempre pasan cosas, y ahí es donde creo que reside su magia.
Madrid es una ciudad imprudente, dulce, divertida, frenética, canalla y adictiva: una ciudad imán. Es abierta, te acoge, te abraza y te hace volar. Con sus bares, su gente y sus planes por doquier, la morriña cada noche se vuelve menos morriña en la ciudad gata. Todo sucede deprisa. Es bullicio, es fiesta. Madrid arde, y puede incluso llegar a quemar. Pero si algo tengo claro, es que todos mis caminos se cruzan en Madrid.
La tortilla de La Maruca, las cañas de la Ardosa, los pinchos de Jurucha, los huevos de Lucio, las noches en el piano bar, El Prado, los paseos por las calles de Justicia, las conservas de El Doble y las zamburiñas de Ostras Pedrín, los libros de Taschen (con los que algún día decoraré mi futuro salón), el Museo Sorolla y algunas salas de música de las que, sintiéndolo mucho, jamás diré el nombre.
¿Qué te da Madrid que no te da otra ciudad? Fácil. La posibilidad de transformar una mañana aburrida en la ofi en más de una copa por la noche junto a alguien a quien no conoces, pero al que pronto llamarás amigo (*amigo, amiga o lo que le quieras llamar).
Tapas, atascos, prisas, tabernas, tardeos, sobremesas, terrazas… Madrid son los reencuentros de septiembre y las despedidas cuando el verano nos acaricia, las noches sin dormir, ese sentimiento continuo de estar “en el alambre”. Pero Madrid también es refugio y es trinchera.
Madrid es Madrid en cualquier época del año, pero en primavera, que la ciudad florece y los días son más largos, Madrid roza el cielo.
Dicen que Madrid te da dos alegrías: la primera cuando llegas, y la segunda cuando te vas. La primera ya la conozco, y la segunda espero no tener el placer. Pero si ese día llega, creo que será mi herida, y desde luego tardará en cicatrizar.
Estas son algunas de las canciones que conforman mi banda sonora sobre la capital:
Dejar Madrid. Obviamente, la que pone nombre a este artículo. Si ya la habías escuchado, fenomenal, si no, estás tardando.
Madrid. De todas las suertes. Poco más que decir. Un himno, una oda a la capital (y compuesta por otro gallego).
Madrid, del álbum Animales, de Pereza. Un clásico gato.
Lady Madrid. Ni falta que hace comentarla.
Esquinas de Madrid, de 84. Una de esas canciones con las que la ciudad nos recibe al llegar.
¡Muchas gracias por leerme! :)
Hay veces que frenas, aceleras, te paras, y encuentras el camino al final del túnel, como perdido entre las marcas que te han dejado el avanzar muy deprisa o muy despacio, y te abraza la nostalgia, tal vez eso sea un poquito Madrid. Esta ciudad siempre es un poco como Septiembre, ese momento de exaltación emocional por los comienzos y ese miedo profundo a los finales de verano, como cuando se acerca ese último capítulo de tu serie favorita. Por eso, si te paras a pensar, la incertidumbre de avanzar y partir a otro puerto no te produce la herida, la herida sería no haber venido a Madrid.